jueves, 12 de octubre de 2017

PSICOSIS (PSYCHO) UN ANÁLISIS.





Director: Alfred Hitchcock. 1960. EE.UU.
Intérpretes: Anthony Perkins (Norman Bates), Janet Leigh (Marion Crane), Vera Miles (Leila Crane), John Gavin (Sam), Martin Balsan(Detective Arbogast), John McIntire (Sheriff Chambers),Simon Oakland(Dr. Richmond), Frank Albertson (el comprador millonario)

Psicosis “no será una superproducción, será en todo caso, un filme muy extraño. La quiero rodar en Hollywood, construiré la casa y el motel en los grandes y viejos estudios de la Universal… Y quiero rodar muy rápido: no quiero hacer un filme caro, porque, para ser objetivo, no sé en absoluto si tendrá éxito. Está muy, muy fuera de lo corriente”. (Alfred Hitchcock, diciembre de 1959).

Una muchacha llamada Marion Crane, amante clandestina de Sam Loomis, en un momento de desvarío huye en automóvil de Phoenix llevándose consigo 40.000 dólares que no le pertenecen. Por la noche se detiene en un motel poco frecuentado, cuyo dueño, Norman Bates, se confía a ella, confesándole que vive en compañía de su anciana madre, a quien adora, aunque la vida con ella sea difícil. Anteriormente Marion la escuchó gritando a su hijo. Antes de acostarse la mujer toma una ducha, cuando de pronto aparece la anciana y la mata dándole una docena de cuchilladas, desapareciendo después como había aparecido. Norman vuelve a aparecer gritando: “!Madre no!,¡Dios mío!”. Examina la sangrienta escena y parece realmente desolado. Inmediatamente procede a poner en orden todas la cosas, encierra el cadáver de Marion en el maletero del coche, con su equipaje y sus vestidos (así como el dinero), y hunde el automóvil en un pantano. Desaparecida Marion, pronto empezará a ser buscada por su hermana Leila, su novio Sam y el detective privado Arbogast. Los tres deberán descubrir el oscuro secreto que guarda el “Motel Bates”

El propio Alfred Hitchcock no tenía gran fe en su aterrante película basada en la novela del casi desconocido escritor Robert Bloch. La historia de un psicópata con personalidad múltiple que conserva disecado el cadáver de su madre, requería un tratamiento del tema demasiado fino para que la cinta no cayera en excesos grotescos; y así, con un exiguo presupuesto de 800.000 dólares, Hitchcock realizó una de las películas más taquilleras de todos los tiempos, logrando una multiplicada ganancia de cuarenta millones de dólares. Sin embargo, esta apabullante respuesta del público provocó que el filme se encasillara en los terrenos del cine comercial, y debido a esto, muchos críticos han desvalorizado de forma injusta la obra del maestro del suspense. Análisis superficial evidentemente, para la que es no sólo una de las mejores películas de suspense de todos los tiempos, sino también una de las más adecuadas adaptaciones de una obra literaria.

Aunque Psicosis (1960) es uno de los raros casos en que el filme supera al texto escrito, no está de más revisar la novela que le dio origen, máxime que contiene puntos sustanciales para el reconocimiento de la enferma personalidad del protagonista, Norman Bates. Robert Bloch (1917-1994) pertenecía a una generación de jóvenes escritores norteamericanos que tenían como mentor al maestro del horror contemporáneo, H.P. Lovecraft; esto constituye un punto medular en la creación de su novela Psicosis,pues si bien se declaró que estaba inspirada en la figura de Ed Guein, famoso asesino que también influyó en la creación de El silencio de los corderos, el autor poseía modelos más plausibles dentro de su propio entorno. En concreto, se puede aventurar la hipótesis de que el personaje de Norman Bates (me refiero a su construcción psicológica, no a sus acciones, lo cual sí sería demasiado arriesgado) está basado en el propio H.P. Lovecraft: un hombre feo, solitario, enfermizo, con una fuerte carga emocional producto de su atormentada infancia al lado de una madre neurótica por el abandono de su marido, que en represalia a su odio contra los hombres, descarga en su hijo sus múltiples insatisfacciones hasta el grado de no dejarlo desarrollar su propia vida, manteniéndolo siempre “pegado a sus faldas”.

Y es éste el elemento que separa a la novela de la película: la fealdad del protagonista. Si bien la recreación de Hitchcock resulta mucho más estética (con un Anthony Perkins en su fase más galante, lo que crea de inmediato un lazo de simpatía con el público), el personaje novelesco pierde fuerza al eliminarse sus elementos grotescos, que hacen aun más impactante la relación de la madre y el hijo: es un hombre de cuarenta años, vestido de manera no tanto anticuada como aniñada, de “cara regordeta, lentes montados al aire y rosado cuello cabelludo con escaso cabello rizado”. Considero que este elemento fue cambiado para proporcionarle popularidad a la cinta, para poder crear ese vínculo especial entre personaje y espectador que a Hitchcock le gustaba construir en sus películas; empero, la repugnante figura del Norman Bates de Bloch es mucho más escalofriante que la del atractivo Perkins tratando de parecer repulsivo.

Esto no significa de ninguna manera que esté tratando de desacreditar una de las actuaciones mejor logradas que se han dado en el cine; lo que intento sacar a la luz son las implicaciones psicológicas en la creación del personaje que se perdieron en este cambio de enfoque. Por otra parte, el tratamiento del resto de los personajes es más afortunado en el filme que en la novela: se realza la bella figura de Marion Crane -Janet Leigh-, hacia la que sentimos una mayor simpatía de la que se puede lograr en el texto, cuya imagen es mucho más patética y corriente que en la película (prematuramente avejentada, común, sin pretendientes, sólo ha visto dos veces en su vida al hombre con quien pretende casarse); los personajes de Sam Loomis -John Gavin-, el detective Arbogast -Martin Balsam- y la hermana de Marion, Lila -Vera Miles-, permanecen en la película un tanto al margen, sin el impulso creador que tratan de tener en la novela, donde llegan a ser exasperantes las intenciones detectivescas de Lila Crane, en las cuales, sin mucho acierto, se centra gran parte de todo el relato.

Como es natural, los disturbios mentales del protagonista se encuentran explicados con una mayor amplitud en la novela que en la película, a pesar de lo cual el filme no pierde un ápice del trasfondo freudiano hábilmente tratado por medio de la imagen en blanco y negro, y el enfoque de las escenas (muchas de las cuales no requieren de una sola palabra para proyectar toda su fuerza). La explicación final del psiquiatra sólo confirma lo que ya sabemos: que Norman Bates está alienado y por ello ha cometido un número de asesinatos que no se puede fijar. ¿Pero cómo ha llegado a ese terrible estado? ¿Puede una madre odiar tanto a su hijo que destruya de tal modo su vida?

El análisis psicoanalítico es fundamental para poder captar lo terrible de la situación en forma cabal. Tratando de reconstruir la vida de Norman Bates
“antes” de que se convirtiera en un sanguinario asesino, tenemos como punto de partida a una mujer que fue abandonada por su marido con un hijo pequeño, al cual tuvo que sacar adelante sola; este complejo de abandono se manifiesta por un sentimiento de distanciamiento o agresividad contra los demás para ponerlos a prueba (para confirmar que no se le abandone de nuevo), e intenta justificar la propia angustia traspasando la culpa a los otros. Así, Norman Bates (que se proyecta en el nombre de su hijo, Norma-Norman) concibe un odio irracional hacia los hombres, transmitiendo sus neurosis a su hijo al someterlo a una relación de dominación total. De hecho, impide su crecimiento mental al martirizarlo con sentimientos de culpa, pues para lograr esta sumisión, lo ha educado con la creencia de que si algún día llega a abandonarla, al igual que lo hizo su padre, por otra mujer, algo terrible sucederá. La escena de la cena de Norman con Marion, cuando ésta insinúa que tal vez debería encerrar a su madre en un manicomio, deja traslucir estas ideas de codependencia, pues si bien en un primer término Norman se queja de la dominación, ante la posibilidad de romper esos lazos su mente se desboca, pues no puede ya concebir la vida sin la relación con su madre.

Esta relación de dominación tiene un lazo muy estrecho con lo sexual, que en la novela es mucho más explícito que en película -donde la censura es más evidente-, ya que Hitchcock, no obstante su adecuada adaptación, omitió un factor fundamental: la religión. La madre de Norman es una mujer frustrada sexualmente, que se refugia en la religión como una forma de evasión a sus pulsiones y transmite a su hijo la idea de que todo lo funesto de esta vida es consecuencia de excesos en el sexo, lo cual es un gran pecado. Sin embargo, esta visión enfermiza de lo sexual conlleva una realidad mucho más depravada que la que se acusa: el incesto. La madre, al volcar todo su “afecto” en el hijo, ha propiciado un desarrollo torcido del “complejo de Edipo”, término psicoanalítico desarrollado por Freud para explicar la temprana atracción del niño hacia sus padres, el cual en la mayoría de los casos se supera con facilidad. En Psicosis, este sentimiento ha sido exacerbado para lograr el total apego del niño a su madre, y de esta forma, satisfacer las exigencias afectivas de la misma. Sin embargo, permanece en un nivel superficial; es decir, la madre excita al hijo, pero cuando éste responde, se trata de pecaminosos sus impulsos y se le rechaza, en un estire y afloje que tiene por fuerza que desquiciar a la mente más firme.


Este aspecto ha sido tratado en la novela por medio de una descripción de la biblioteca de Norman, donde confluyen volúmenes tan diferentes como tratados antropológicos sobre sacrificios humanos, obras freudianas y textos de marcada índole pornográfica. En una de las mejores secuencias de la película, esta situación se manifiesta de una forma mucho más velada: Lila Crane entra a la casa Bates en busca de la madre de Norman para interrogarla sobre el paradero de su hermana y, sin palabras, la cámara se convierte en nuestra mirada al recorrer las vetustas habitaciones: una recargada escalera que siempre se enfoca en contrapicada para enfatizar la sensación de vértigo; un cuarto de baño que parece salido de una estampa del siglo XIX; la habitación de la anciana madre donde se respira una atmósfera fuera del tiempo; la propia recámara de Norman Bates, llena aún de juguetes, con la cama de niño donde todavía duerme el hombre, con los libros que nunca se sabe sus títulos -por la novela sabemos qué contienen-, sino que se insinúa su naturaleza con la azorada mirada de Lila al abrir uno que jamás se muestra en pantalla. La cámara, en su recorrido, ha reflejado en mejor forma las tres personalidades que se encierran en la mente de Norman, más de lo que lo hicieron las numerosas páginas de la obra de Bloch.

Una vez creada esta relación de codependencia enfermiza, todo marcha relativamente de forma serena hasta que llega el elemento que lleva a su crisis aquel “complejo de Edipo” nunca reprimido en Norman: su madre consigue un amante, el “tío” Joe Casidy. Es entonces cuando todas las enseñanzas torcidas de su madre repercuten en su propio perjuicio. Ha enseñado a Norman que “todas las mujeres son unas perras” -excepto ella misma- y que por ello debe alejarse para que no lo mancillen, y de pronto, ella es la que se convierte en la “perra” al buscarse un hombre que le haga todas esas cosas sucias de las que renegaba. La situación funciona aparentemente durante un tiempo, pero la crisis deviene cuando Norman descubre a su madre y a Joe Casidy haciendo el amor. En un niño, por lo general la visión de sus padres teniendo relaciones sexuales rompe bruscamente los sueños que se había forjado de ser él quien pasara por dicha experiencia, y sufre por lo tanto un momentáneo odio hacia el progenitor que le arrebata su objeto de deseo. Norman Bates jamás había enfrentado dicha situación; tenía a su madre para él solo, y cuando descubre esta escena, todo su odio hacia las mujeres se centra en ella. Esto lo lleva a asesinar a los amantes a sangre fría en la novela (los envenena con estricnina), pero cuando está escribiendo la nota dirigida a él mismo “explicando” el supuesto suicidio, se opera una transformación en su mente: el dolor de la pérdida es tan grande que su serenidad se convierte en histeria, por lo que tiene que ser recluido en una casa de salud.

Al no poder soportar el dolor y su carga de remordimientos, se opera en Norman el desdoble de su personalidad; si bien desde antes ya se prefiguraba la existencia de dos personalidades, una la del adulto con motivaciones sexuales y otra la del niño que reprime esos impulsos, ante la muerte de Norma surge una tercera personalidad, la de la propia madre; es decir, Norman se convierte en su madre, a la cual desea conservar viva por medio de sus sentimientos de culpa. A partir de este punto, la mente de Norman Bates se desquicia por completo, aunándose a sus diversas perversiones la necrofilia, el voyeurismo, el alcoholismo -este último elemento sólo tratado en la novela-. Norman no puede destruir las relaciones de dependencia con su madre, por lo cual la mantiene viva en un espeluznante acto fetichista: tras haber convencido a los médicos de que se encontraba mentalmente sano, sale del hospital dos meses después de la muerte de la madre y se dirige de inmediato a desenterrar el cadáver (evitemos imaginar cómo será un cuerpo a los dos meses de descomposición) para conservarlo disecado durante diez años -veinte en la novela- como si aún estuviera vivo, siguiendo sometido todo ese tiempo a la imagen de una madre posesiva que ya no existe pero que continúa atormentando su vida.

De esta manera, toda la abundancia de manías de Norman Bates sigue creciendo durante esos largos años en que vive solo con el cadáver disecado de su madre. Su sexualidad reprimida sólo se permite ser satisfecha por medio de la observación, del voyeurismo. Para esto, tiene un agujero en la pared de su oficina que va a dar a la habitación contigua. Gusta de mirar a las escasas jóvenes bellas que paran en su motel, a las que deliberadamente les proporciona ese cuarto con el objeto de espiarlas. Cuando Marion Crane llega al parador, Norman titubea ante el manojo de llaves para decidirse por fin a entregarle la correspondiente al número 1. Tras la cena con la muchacha, que ha exacerbado sus deseos, la observa mientras se desnuda para tomar un baño; y es entonces cuando convergen las múltiples personalidades de Norman: el hombre se siente excitado ante el cuerpo desnudo de la muchacha, pero el niño sabe que eso es “pecado”, que la mujer es mala porque lo ha tentado con su cuerpo y debe ser destruida. Pero ese ser infantilizado es demasiado débil como para llevar a cabo una empresa de esa magnitud, y debe ser por consiguiente la madre la que lo libre de esos terribles males, la que mate a la “perra” que lo ha perturbado.

La escena de la ducha se ha convertido en un clásico del terror, tanto por su profundo impacto psicológico como por el elegante tratamiento del tema. Ni una sola gota de sangre está fuera de lugar en una escena que fácilmente se pudo haber convertido en los excesos vulgares que se ven en las actuales cintas de horror. La fuerza de las imágenes de Hitchcock supera en gran medida la escueta descripción de la novela de Bloch, donde lo espantoso del crimen no logra la verosimilitud que alcanza en la película. Desde que Norman está espiando a la muchacha comienza una larga secuencia de impactantes escenas sin palabras, donde la fuerza interpretativa y el innovador uso de la cámara son los que logran esa atmósfera ominosa cerniéndose sobre el espectador. Por supuesto, esas imágenes fueron mucho más perturbadoras para los espectadores de la década de los años 60 que para un receptor actual, especialmente porque estaba muy presente el factor sorpresa que Hitchcock quiso que se mantuviera al máximo, llegando incluso a comprar el escaso tiraje que había tenido la novela con tal de retirarlo del mercado e impedir de este modo que se supiera el argumento. Una de las mejores tomas es la del acercamiento que se va haciendo al canal del desag√ºe por donde corre el agua impregnada de la sangre de Marion, y del “close up” a la alcantarilla se pasa al del ojo de la chica, imprimiendo a la escena una calidad de compenetración con el espectador increíble.

Aunque se sugiere que no era la primera vez que la “madre” de Norman se deshacía de alguna atractiva mujer, esta vez las cosas se complican por ser Marion tan febrilmente buscada por su hermana y el detective de la agencia de seguros. Estas intromisiones inesperadas conllevan al protagonista a una situación de desesperación en la cual es protegido por su “madre”, quien busca eliminar a cualquiera que pueda perturbar a su “niñito”: asesina al detective, golpea a Sam Loomis y habría matado a Lila si no hubiera sido salvada a tiempo por Sam. Esta escena, cuando Lila Crane descubre en el sótano el cadáver disecado de Norma Bates tras su revelador recorrido por la casa, compite en fuerza expresiva con la escena del asesinato en el cuarto de baño: el lento acercamiento de Lila hacia la señora Bates; su brusco movimiento giratorio que revela un cuerpo seco con las cuencas vacías; el grito de la chica que se confunde con el aullido histérico del Norman que por fin vemos vestido con las ropas de su madre, con una expresión desencajada y demente en su rostro; su abatimiento por parte de Sam que sume a la “madre” en un ataque de histeria; la toma de la peluca en el suelo. Secuencia nuevamente sin necesidad de palabras, donde la música es la que lleva, como en casi toda la película, las emociones a su punto álgido. En este pasaje, la descripción hecha por Bloch en su novela resulta aún más grotesca que en el filme de Hitchcock:


Lila se volvió y vio la gorda e informe figura, medio oculta por el ceñido vestido, con el que ocultaba incongruentemente las prendas que llevaba debajo. Vio el chal en la cabeza y el rostro blanco y pintado. Miró con fijeza los endurecidos labios rojos, observando cómo se entreabrían en una convulsa mueca.

-Soy Norma Bates -dijo la aguda voz- (…) Lila cerró la boca, pero el grito continuaba sonando. Era el frenético chillido de una mujer histérica y salía de la garganta de Norman Bates…

Tras esta crisis, los débiles lazos que unían a Norman con la realidad se rompen definitivamente; el psiquiatra que da su diagnóstico ante los atónitos concurrentes no logra captar en su totalidad la horrorosa situación en que ha quedado el protagonista. En su primera declaración, menciona que su madre es la que siempre ha matado a las mujeres que lo trataban de pervertir o a quien trataba de hacerle algún daño; esta es la explicación que tiene el psiquiatra. Pero su realidad última es aun más escalofriante: las tres personalidades de Norman se han fundido en una sola, en la de la madre. Pero es una madre buena e inocente, que ha sido víctima de un “niño malo” que mató a su amante y desenterró el cadáver, y de un “hombre malo” que la tenía encerrada y que, dominado por sus sucios deseos, mataba a las mujeres. “Ella”, la madre, es inocente, y decide permanecer así, inmóvil, disecada; “sabía que si permanecía sin moverse, los demás creerían que estaba cuerda”. Sus últimas palabras revelan ese punto álgido de locura: sabía que la vigilaban, y si no mataba a la mosca que subía por su mano, probaría qué clase de persona era, “incapaz de matar una mosca”.

El relato de Robert Bloch termina precisamente con esta escena de Norman transpuesto en su madre, y el filme casi termina igual. La magistral interpretación de Anthony Perkins llega a su cima con el “close up” que se hace de su rostro, donde se muestra una de las expresiones más dementes de la historia del cine, y con el alejamiento paulatino de la cámara hasta dejar a la pequeña figura de Norman aprisionada entre las paredes de la desnuda habitación. Este es un soberbio final y, personalmente, considero que ahí debió quedarse, porque enfatiza en gran manera todo el ambiente de suspense que ha dominado la obra entera. Sin embargo, Hitchcock, el cual declaró en su momento que Psicosis había resultado una película muy divertida (y sin duda una vena de humor macabro se hace patente a lo largo de todo su desarrollo), decide sacar bruscamente al espectador de ese trance de terror psicológico con una imagen final del auto de Marion Crane siendo extraído del pantano. Según Jean Dormachi, “esta última imagen del auto que emerge de las oscuras profundidades de la ciénaga, nos devuelve a Marion, a nosotros mismos y a la idea de la libertad psicológica”. No obstante, creo que la película habría tenido una mayor proyección e impacto psicológico si hubiera terminado con la escena del rostro descompuesto de Bates, tal como finaliza el libro, que con la del rescate del coche, que nos devuelve de golpe al mundo prosaico. Por supuesto, esta última consideración es bastante subjetiva, ya que muchos críticos hacen radicar la maestría de Hitchcock en eso precisamente, en lograr el suspense en la cotidianidad y no en lo que está fuera del alcance del individuo, y en este caso, el haber introducido esta última escena tendría como fin ese regreso intempestivo a la normalidad para hacernos sentir que lo sucedido con Norman puede pasarle a cualquiera de nosotros; como diría el mismo Bates, “creo que todos nos volvemos un poco locos, a veces”.

Alfred Hitchcock supo hacer de una novela, hasta cierto punto mediocre, una obra maestra; extrayendo con habilidad todos los elementos de terror psicológico que se encontraban en estado embrionario en el texto. La historia, que es mérito completo de Robert Bloch, es de por sí original y escalofriante, con un tratamiento de las profundidades psicopáticas de los individuos muy innovador hasta ese momento; su error radica en la forma de la narración, en el estilo, pues su estructura, que da un mayor énfasis a la problemática de Bates que a la de Marion, resulta más esclarecedora y golpea con mayor fuerza al lector al mostrarle al desnudo las aberraciones de los Bates. La película de Hitchcock es estéticamente superior, de un horror psicológico refinado que logra envolver al espectador y que crea un lazo de simpatía con los personajes, primero con Marion, luego con Norman, sin detenerse en las banalidades de los personajes secundarios en los que hace tanto énfasis Bloch. Decía un viejo crítico que el cine jamás alcanzaría los niveles del arte que se logran en la literatura, y que era aberrante tratar de adaptar un texto a una serie de imágenes que no contenían la capacidad de evocación de la palabra; las soberbias escenas de laPsicosis de Hitchcock evidencian con creces que muchas veces la cámara supera a la pluma: y demuestra que el cine posee merecidamente un lugar dentro del arte.

Convertida en fenómeno sociológico por algunos, tachada de vulgar y previsible por otros, Psicosissigue manteniendo su aura de respetabilidad al cabo de los años y ha sido uno de los pocos filmes que ha inspirado un “remake” -escena por escena-, titulado igualmente Psicosis y estrenado en 1998 (otro filme que lo incitó fueLa noche de los muertos vivientes (1969, George A. Romero). Poco conocido por el público común son las fuentes de inspiración de la película. Están por supuesto el libro de Robert Bloch y el guión de Joseph Stefano. Pero también hubo casos reales. En 1957 la policía investigó la desaparición de una empleada de tienda en Plainfield, Wisconsin. Llegaron a la casa rural de Ed Gein, un hombre de 51 años, y descubrieron una horripilante variedad de huesos humanos y extremidades humanas. Bloch se inspiró en este caso para su novela, provocando avalanchas de protestas de críticos que creyeron que era demasiado para sus sensibilidades.

En esa época un lector de guiones de Paramount rechazó el libro por ser “muy repulsivo para el cine”. Pero, volviendo al cine: ¿Será el sentido de identificación del público una de las pistas para comprender la fascinación que ejerce esta película sobre los cinéfilos? Las simpatías del espectador pasan de un personaje a otro constantemente, primero con la fugitiva Marion Crane, que ha robado 40.000 dólares y se escapa de la ciudad. El robo, más allá del hecho criminal, traiciona la confianza que en ella depositó su jefe; sin embargo, cuando el policía para a Marion en medio de la carretera, todos hacemos fuerza para que no descubra a la bella fugitivaMás tarde, cuando Marion expira en la ducha y su asesino, Norman Bates oculta y limpia todas las evidencias. El periódico, donde Marion ha ocultado el dinero, va al baúl del automóvil de ella; Norman ni sospecha la presencia de dinero ni se molesta en revisar nada. Su crimen tendrá que ser engullido por el pantano. Y ahí nuevamente el espectador se tranquiliza cuando el coche termina de hundirse. Ya el dinero no tiene importancia; el oscuro drama psicológico entre Norman y su madre ocupan la escena.

Hitchcock maneja este sentido de identificación del público con personajes de manera magistral, tal y como lo había hecho en Vértigo(1959) tan sólo un año antes. Desde 1919 en que comenzó como ilustrador de títulos en filmes mudos de Jesse Lasky, Hitchcock se curtió en varios oficios cinematográficos: fue montador, guionista, director de arte y asistente de dirección. En Psicosiscada escena es una lección de cinematografía, tanto narrativa, como técnica. Desde los títulos de crédito y la entrada en la habitación barata en la que Marion y Sam pasan un corto período de tiempo, hasta en la verdadera enciclopedia de imágenes que representan los inacabables 45 segundos más horribles de la Historia del Cine que representa el asesinato de Marion en la ducha. Hitchcock intercaló entre los planos breves de distintas partes del cuerpo de la actriz y del agresor envuelto en sombras, otros del cuchillo (siempre entrando desde el lado derecho de la pantalla). El final, con el ojo muerto de Marion, abierto, que se funde con un primerísimo plano del desag√ºe de la bañadera, por la cual se escurre la sangre, es una verdadera firma de su autor. Tampoco podemos olvidar la conversación previa en la oficina de Norman, entre él y Marion

Hitchcock realiza una serie de tomas en la que no sólo el comportamiento de la cámara delata la locura de Norman sino también los decorados que se encuentran detrás de cada personaje dan una idea de sus personalidades. Primero notemos el encuentro entre ambos, en el pasillo. Norman tiene una ventana al lado y se puede ver su reflejo en la misma. ¿Reflejo o doble personalidad? Este tipo de trucos es posible percibirlos a lo largo de toda la cinta. Veamos la siguiente escena a los personajes en la cabaña de Norman, notemos a Marion: ella tiene un cuadro circular detrás (¿probable sentido de su vida, escapando con los 40.000 dólares para luego decidir regresar al otro día, arrepentida de su robo?), los muebles tienen bordes redondeados, mantillas, son, en una palabra, delicados; usualmente la cámara la toma de frente y su rostro permanece iluminado. En cambio en Norman, los cuadros, los cajones, los muebles, a sus espaldas, son todos rectangulares. Y para peor, cada vez que la cámara lo enfoca, vemos el lateral de su rostro (o sea, vemos una parte de su cara). En ciertas tomas, las aves disecadas por Norman cobran protagonismo, y vemos su rostro coronado por aves y rectángulos, como si estos pájaros estuvieran volando desde su cabezatras esta escena no se puede decir que Hitchcock no avisó a sus espectadores que Norman no estaba cuerdo.

Criticada fuertemente al momento de su estreno y tachada de “demasiado terrorífica” (en un momento en que los críticos no daban relevancia al cine de géneros), Psicosis y su “hermana”Peeping Tom (El fotógrafo del pánico) (1960, Michael Powell), dieron origen a una legión de imitadores en los años 60, hasta productos posteriores como Halloween (Noche de brujas) (1978, John Carpenter), que es un gran homenaje, en varios sentidos, al clásico de Hitchcock y la serie de secuelas que durante los años 80 se filmaron sobre Psicosis, alguna de ellas dirigida por el propio Anthony Perkins.

Psicosis es probablemente una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Y sin lugar a dudas, uno de los hitos de la técnica cinematográfica.

Son muchos los que piensan que Psicosis es la obra maestra de Alfred Hitchcock. Y es que, son pocas las películas que logran alcanzar un clímax de inquietud, espanto e intriga equiparable al dePsicosis. Desde el primer hasta el último minuto te mantiene en suspense, incómodo y tenso.
                       
La película esta basada en la novela homónima de Robert Bloch. Dicha novela cuenta la historia de un psicópata asesino de Wisconsin llamado Edward Gein. Pues bien, poco después de publicar la novela el agente de Bloch le comunicó que alguien de la MCA estaba dispuesto a ofrecerle 9.500 dólares por los derechos cinematográficos. Bloch aceptó el acuerdo sin saber que Hitchcock era el que andaba detrás. Hitchcock entregó el texto a Robert P. Cavanagh, uno de sus colaboradores en las series de TV, para que elaborara un buen guión. Sin embargo, el trabajo de Cavanagh no acabó de gustarle al director que consideraba que varios elementos claves la historia se perdían. Por lo que, poco después se lo hizo llegar a Joseph Stefano que reestructuró el guión y lo dejó a gusto del maestro del suspense.                    
                                         
Por aquel tiempo Hitchcock tenía contrato en vigor con la “Paramount Pictures”. Pero cuando los responsables del estudio supieron que la película pretendía ser rodada en blanco y negro alegaron que no disponían de espacio en sus estudios. Pretendían de este modo que Hitchcock cambiara de planes. En respuesta, el director decidió alquilar los estudios de la “Revue-Universal Studios” donde venía realizando sus producciones para TV hasta entonces. Y así, a finales de noviembre de 1959 comenzó el rodaje.                                                                                                                                         
Psicosis es una película que rompía con muchos convencionalismos establecidos hasta entonces. Y no sólo eso sino que marcó la pauta dentro del género de terror hasta el punto de ser considerada por muchos como su paradigma.

En la historia todo es inquietante. Desde el mismísimo comienzo se nos va dando a entender que algo horrible va a suceder… El poder de sugestión que consigue gracias a la música y a los efectos técnicos es sorprendente: la voz en “off”, los primeros planos del dinero y del ojo de Norman, las tomas cenitales de la señora Bates, los fundidos, la caída de Arbogast… Y es que, pocas películas pueden presumir de aglutinar tanta técnica cinematográfica.

La escena de la ducha, la más famosa del filme y una de las más famosas de la historia del cine, requirió el trabajo de siete días de rodaje. La cámara llego a filmar desde 70 ángulos diferentes. Mención aparte merece el “McGuffin”, un invento cinematográfico de Hitchcock consistente en centrar la atención sobre una trama u objeto que en un primer momento parecen capitales para el desarrollo de la historia pero que luego se desvanecen con la consiguiente sorpresa por parte del espectador.

En cuanto a los actores, cabe destacar a Janet Leigh y a Martin Balsam, y especialmente a Anthony Perkins, que clava el papel a la perfección. Años después protagonizó la secuela del filme, esta vez de la mano de Richard Franklin. Su personaje es inquietante desde el primer momento que aparece en pantalla…

Pues bien, a pesar de todo, Psicosis -en su momento- no alcanzó ni un solo Oscar. Recibió 4 nominaciones, entre otras a mejor director y a mejor actriz secundaria, pero no llegó a ganar nada. Casos como éste demuestran que los Oscars de Hollywood no son un factor del todo fiable a la hora de valorar una película. Que Psicosis no fuera ni siquiera nominada a mejor película… tiene delito. En cualquier caso, cabe señalar que compitió con otras películas extraordinarias como El Apartamento, Los siete magníficos, √âxodo, El Álamo o Espartaco. No obstante, el tiempo la ha puesto en su mítico lugar para los aficionados al cine.

Una gran película, una obra maestra que no envejece con el tiempo.



PSICOSIS o El pronóstico del psicoanálisis

Probablemente, la venta por entregas de colecciones con nombres como “Genios del Suspense” o “Maestros del cine de intriga” han llevado al espectador a estancar a Alfred Hitchcock en dicho género; de manera que sólo espera encontrar en sus películas elevadas dosis de incertidumbre y misterio.

Evidentemente, las obras de este genio inglés contienen tales elementos, pero al fin y al cabo son algunas de las múltiples innovaciones que Hitchcock legó al lenguaje cinematográfico.

Así, la insistente etiquetación del director como genio del suspense ha menguado el análisis de su obra, según el mensaje narrativo que ésta guarda. En este caso, me he basado en su filme tal vez más reconocido –Psicosis– para acabar constatando que detrás de una inmejorable organización narrativa y escenográfica subyace un número interminable de facultades que han otorgado al director la categoría de cineasta visionario.

Psicosis se forja en torno al mismo universo familiar, endogámico y edípico, que ha definido su filmografía. Así, dicho universo controlado por la aterradora Sra. Bates (a quien nada tienen que envidiar el resto de madres que aparecen en sus cintas), queda vulnerado con la llegada de una persona ajena al grupo, verdugo de la desintegración del matriarcado. √âsta típica estructura sajona se forma, en Hitchcock mediante el eclecticismo que garantiza el relato kafkiano, la novela familiar del siglo XIX (unida a un proceso iniciático y a la vez sepultural dentro de la misma estructura familiar) y la teoría psicoanalítica… todo ello, enmarcado en una escenografía eminentemente gótica.

Bajo mi punto de vista es imposible hablar de Psicosis (y, en general, de cualquier película de Alfred Hitchcock) sin hacer referencia a los dos grandes pilares de su filmografía: el relato kafkiano y la teoría psicoanalítica. Y es que una de las características que propone a Hitchcock como precursor de la cinematografía moderna es la profundidad freudiana de la que gozan sus películas, sus historias y sus personajes, movidos por el deseo en su faceta más alucinatoria, hasta el punto que satisfacerlo puede provocarles la muerte.

Así, se han dedicado miles de horas al análisis de la relación Eros-Thanatos, sexo y muerte, en la obra de este genio del cine; siendoPsicosis, uno de los principales catalizadores de dichos debates.

Probablemente, ya esté todo dicho sobre el trastorno psíquico de Norman Bates, a causa del descontrol pulsional. No obstante el análisis ha quedado estancado en ese aspecto, olvidándose que el propio Freud realizaba un importante paralelismo entre la resolución del complejo edípico individual y el colectivo.

Sigmund Freud establecía una comparación entre el proceso de desarrollo social y el individual, postulando que los pasos son los mismos, exceptuando que, la superación del “complejo de Edipo” individual viene marcada por la aceptación definitiva del progenitor, y por tanto, de sus normas; mientras que en el caso del colectivo social, la represión de sus placeres por parte del guía tribal desemboca en una rebelión contra la autoridad perpetrando la muerte de dicho líder.

De la misma manera, Norman Bates no reprime el odio hacia su madre y su compañero, aceptando su papel, sino que se rebela contra ellos hasta matarlos. A continuación, invadido por el mismo sentimiento de culpabilidad que azora a la tribu, interioriza el papel de su madre con una actitud sodomita; no acepta su papel y las coordenadas sugeridas, sino que son impuestas por aquélla.

Por tanto, no se ha iniciado un proceso sociabilizador promovido por la madre, tal como marcan las coordenadas de la resolución individual del complejo edípico, sino que su voluntad es ultrajada y acallada por una instancia superiora y autoritaria, como pasa con el grupo social tras sentirse culpable del asesinato del líder. De ahí que el protagonista actúe, a menudo contra su voluntad y, por ejemplo, obedezca a su madre cuando ésta “le manda” violar a Marion (se trata de una escena eminentemente fálica y sexual, por todos los elementos que intervienen).

Por estas razones considero que Psicosis

no sólo refleja el caso individual de una persona trastornada, sino que, subliminalmente está ilustrando la teoría freudiana de la formación cultural; eso sí, interiorizándola y atribuyéndola a una sola persona. Entiendo que es, por tanto, una metáfora de la sociedad, presentada a partir de un caso concreto, personificándose un fenómeno global y cultural similar a los aparecidos en la obra de Kafka (por ejemplo, en “La metamorfosis”).

Sin lugar a dudas, si hay un cineasta kafkiano por excelencia, ése es Hitchcock, que se sirve de la estructura del laberinto kafkiano para acabar construyendo una historia totalmente laberíntica, sin salida, agonizante y anegada de intriga.

Así, se presenta una escena inicial que transcurre con normalidad, como es la vida de Marion (de casa a la oficina), que pronto se verá amenazada por una disfunción (el robo por parte de la protagonista, y su consecuente huida).

Disfunción que inmediatamente deviene el agujero por donde se filtra la historia y, con ello, la pérdida de clarividencia, la agonía y la sospecha, configurándose así el mecanismo narrativo con el que Hitchcock genera su tan admirado suspense, del que, a lo largo del filme se encargará de dilatar para constituir su dramaturgia de la espera.

Psicosis es una obra maestra, un estandarte de la modernidad y una magnífica alegoría de la sublimación del deseo de mirar… del voyeurismo… el mismo al que apela el espectador cinematográfico.

Pocas cosas se pueden decir de Psicosis que no se hayan dicho ya. La película por excelencia de Hitchcock (aunque quizás no sea su película más representativa como director de cine, ya que Hitchcock no acostumbraba a dirigir películas “de miedo” u horror) y su mayor éxito comercial, increíblemente menospreciado en su día por los críticos americanos, se conserva 40 años después de su estreno como una película-mito en la historia del cine, como Casablanca o Lo que el viento se llevó, y su famosa escena de la ducha como uno de los momentos más recordados por los aficionados al cine.

Psicosis es una película en su estado más puro, una de las más técnicas de Hitchcock y con la que más disfrutó ideando maneras de rodar para confundir al espectador e introducirlo en su juego de intriga, suspense y horror. Buen ejemplo de ello puede ser ese arranque magistral, que pretende mantener la atención de los espectadores en el robo de 40.000 dólares y el sentimiento de culpa de Marion Crane para, a mitad de la película asesinar por sorpresa a la protagonista y provocar un giro argumental completo , demostrando así que incumpliendo todas las reglas clásicas y rompiendo con todos los convencionalismos no sólo se pueden fabricar obras maestras sino también clamorosos éxitos de taquilla (la película costó poco más de 800.000 dólares y recaudó más de 40.000.000 dólares sólo en losEE.UU.).

Bueno es decir que a ese éxito contribuyeron de manera notable la genial e inmortal banda sonora de Bernard Herrman (escrita exclusivamente para “cortantes” instrumentos de cuerda, música en blanco y negro como él le llamaba) y los diseños de Saul Bass, que tuvo mucho que ver en la famosa escena de la ducha y en el diseño de los estupendos títulos de crédito… En resumen, una conjunción de talentos capitaneada por Hitchcock que consiguió, a partir de una historia sencilla basada en una mediocre novela del especialista Robert Bloch (rodada además con su equipo televisivo) y un guión que hasta se podría calificar de convencional, una apasionante película que alcanza las más altas cotas de emoción mediante el uso de la técnica y la inventiva visual, algo que caracterizó toda la carrera de Hitchcock y que le convirtió, sin duda, en el más innovador e inventivo director de la historia del cine (y por ende el más saqueado).

La película tuvo cuatro nominaciones a los Oscars:

– Mejor director (Alfred Hitchcock),

– Mejor fotografía en B/N (John L. Russell)

– Mejor actriz secundaria (Janet Leigh)

Marion pasa su hora del almuerzo laboral junto a Sam, su novio en una habitación de hotel. Ellos planean un futuro en común.

Más tarde ella vuelve al trabajo, y su jefe recibe a un cliente potentado que le da a cuenta 40 mil dólares. Es viernes, y Marion debe ir al banco a depositar el dinero.

Ella se retira y marcha a su casa, pero no deposita el dinero. Envuelve el dinero en papel y se fuga de la ciudad en coche. Se queda dormida y un policía la despierta y la sigue hasta un negocio de venta de autos usados, donde cambia su auto por otro, utilizando parte del dinero robado.

Finalmente Marion va a hospedarse al Motel Bates, regenteado por Norman.

Más tarde, cuando Marion regresa a su cuarto, luego de conversar con Normany se apresta para la ducha, el joven la espía por una rendija en la pared.

Cuando ella se está duchando, alguien entra en el baño y…



… la apuñala hasta morir.

Luego llega Norman, limpia el baño, borra todo rastro de sangre, envuelve el cuerpo y lo introduce en el baúl del coche, el cual va a parar al pantano cercano al motel, donde se hunde sin dejar mayores rastros.

Pasan algunos días y la hermana de Marion, Lila pregunta a Sam por el paradero de Marion. Un detective, Arbogast, ha sido contratado para encontrar los 40 mil dólares, ya que aún no se realizó la denuncia policial.

El detective Arbogast recorre todos los moteles de los alrededores en busca de Marion, y llega finalmente al “Motel Bates”.

Sam y Lila sospechan ya de este motel y fingen ser pareja para alojarse e investigar.

…mientras Sam lo distrae, Lila se desliza al interior de la casa. Norman se enloquece y regresa a la casa, golpea a Sam y lo deja sin sentido. Dentro Lila ha descubierto el cadáver esquelético de la Señora Bates.

Llega la policía y encarcelan a Norman. Un psiquiatra explica que él ha incorporado el papel de su madre y que los asesinatos fueron cometidos por Norman.

Más sobre Psicosis

Siento como si fuera hoy el impacto emocional que me causó Psicosisen su primera visión. Siento mi asombro ante un blanco y negro que respira moho por los cuatro costados, perdiéndome en la penumbra de sus regias tonalidades, en un sin vivir desde los mismos títulos de crédito, hasta los tres brutales minutos finales, en los que mi pérdida se transforma en toda una lógica aplastante, suave como la mosca que se pasea por la mano de Anthony Perkins. Eran tiempos de muchos desconocimientos a nivel personal, uno de ellos era el significado de la palabra “psicosis”, unido a las amplias ramificaciones que de ella se derivan. Recuerdo muy nítidamente mi ansiosa búsqueda al llegar a mi domicilio en el diccionario, recuerdo mi incertidumbre ante la personalidad de Norman Bates y quiero ser franco, lo mas sincero posible……Mi asombro era tal que aún hoy cuando he traspasado la barrera de los cincuenta, el solo nombre de Bates… Su motel… Sus andares eléctricos en precipitada subida hacia el caserón, la mítica escena de la ducha… ¡esa música!… La sombra de la madre en el ventanal o el grito desgarrador de una genial Vera Miles, me proporcionan tal estremecimiento que me hacen considerar esta obra maestra del suspense, como el liquido caliente que depositado en cáliz de plata, bebemos para olvidar los filmes de suspense que se hacen en la actualidad, apretando contra nuestro pecho un producto clásico e inmortal.

Siempre he pensado que la escena de la ducha, no es sólo impactante por lo que sucede en ella, por su violencia, por el despliegue de angulaciones a tan increíble velocidad, o incluso por la música de Bernard Herrman… Lo que realmente me impresiona es que a la media hora del comienzo, en aquella ducha del motel, bajo el grifo de agua hirviendo… ¡matan a su protagonista!… y todos nos quedamos tan tranquilos, sin saber que está pasado, solo asombrados… ¡pálidos! En 1960 se daban contados casos como este, el trasfondo de la historia gira y se tuerce, negándole al espectador la exacta razón por la que ha acudido a ver la película

Eran los tiempos de riesgos artísticos fuera de las normas de los grandes estudios hacia los directores americanos, y el maestro desde su posición de centro-mediático, arriesgaba como el que más, pisando a todos, traspasando a todo un Godard o al mismo Truffaut… matando a la misma estrella del filme nada más empezar la proyección, pasando el protagonismo del resto de la película, nada menos que a Norman Bates, claro potencial psicótico encarnado por un increíble y mágico Anthony Perkins.

A los pocos instantes, la primera regla de suspense hitchcockianose nos aparece más clara que nunca. El director, con su punto de vista desde dentro de la ducha, nos muestra la sombra de alguien que se acerca a través de la cortina… Ella no lo sabe, apenas puede ver, pero nosotros sí. Esto sin lugar a dudas es suspense puro y todo en décimas de segundo… la cortina de la ducha se descorre y aparece una anciana que identificamos como la madre de Norman, apuñalándola una y otra vez!la sangre corre por el desag√ºe!… ella cae, con su mano arranca la cortina y cae muerta, con el plano tremendo, recreando ante nuestros ojos la sangre mezclándose con el agua.. En todo caso, nadie puede negar que cada plano en ese baño responde a la mas pura esencia del cine de Hitchcock, a su visión a veces sádica de la mente humana, reservándonos para mas adelante otro asesinato de brillante resolución, el del detective Arbogast, cuando este sube las escaleras, con esa tensión creciente que culmina en un plano Norman-Madre saliendo de una habitación, apuñalándole y cayendo por las escaleras, mientras nos hacen ver nuevamente al asesino, al que mas tarde identificaremos como Norman disfrazado de su madre.

A veces en este caminar por la vida de nuestros pecados, objetos, sentimientos, personas, rostros, gozos y momentos inolvidables se nos esfuman de las manos, y ya no podemos volver atrás, lo hemos dejado, hemos permitido que el infortunio, o la misma miseria humana nos arrebate lo que nos dio momentos de enorme felicidad… Y siempre diré, insistiré una y un millón de veces que la felicidad es lo mas importante que el ser humano puede saborear, sus retazos nos ayudan a seguir nuestra andadura, nos da fuerzas… Pero a cambio nos deja un amargo sabor como a sangre y vino en la boca que en otras ocasiones bebió el mas dulce de los manjares. ¿Quien no tuvo en su cuerpo el roce de otra piel? ¿Quien no experimentó el placer por el simple hecho de ser placer?… En estos momentos de mi vida, tales sentimientos surgen como aves rondando el cadáver que yace en el desierto de nuestra existencia… Es similar a ese hombre que prisionero de su psicosis, intenta hacer regresar a su presente, esa otra burbuja que en otros tiempos, tal vez le dio momentos de enorme felicidad, pero Norman la ama, la desea, pero al mismo tiempo odia su posesión y hace de ella un arma asesina para resguardarse a sí mismo de esos sentimientos, esas personas, esos rostros, esos gozos y esos momentos inolvidables que desgraciadamente ya no nos son tangibles… ¡triste Norman Bates!… ¡triste nuestras experiencias!… ¡brutal nuestro lento caminar!

Psicosis es en la historia del cine en general y del género del terror en particular, una pieza clave, un autentico gozo visual de enorme calidad… Se comenta que Alfred Hitchcock cuando acabó de rodar esta obra maestra se la mire por donde se la mire, se mostró insatisfecho con el resultado y decidió cortar su duración a una hora para emitirla como un especial televisivo, pero el compositor de la música Bernard Herrmanle sugirió que se tomase unas vacaciones mientras él componía la música, a lo que Hitchcock accedió. Cuando vio la película con la música, decidió estrenarla y resultó ser su mayor éxito comercial…

Sobre su papel Anthony Perkins dijo:

“De hecho acepté el filme antes incluso de haber leído el guión, Hitchcock y yo nos llevamos muy bien y él me permitió hacer algunos cambios y sugerencias. fue idea mía el que estuviera comiendo caramelos durante toda la película. creí que resultaría mas interesante si el asesino era compulsivo comedor de caramelos”.

Sobre su papel Janet Leigh dijo:

“Hitchcock me envió el libro antes de que yo aceptara el papel, y me dijo que la parte pequeña y no muy interesante que tenía marion crane en él sería ampliada y hecha más agradable. y así fue cuando estábamos en la mitad del rodaje, todo el mundo sabía que teníamos una buena película entre manos, pero nadie tenía la menor idea de que íbamos a hacer historia”.

Mientras la película se desarrolla ante nuestra mirada caótica, la banda sonora crea tal atmósfera opresiva y angustiante, que avisa de que algo terrible va a suceder…

Un ejemplo: Cuando suena en los títulos de crédito, lo que sigue son melodías tensas pero apaciguadas… hasta la secuencia en la que Marion Crane huye en el coche con el dinero robado. En ese momento vuelve a sonar el tema de los créditos, pero más brutalmente. Es como si le avisaran al espectador de que ya falta muy poco para que suceda aquello terrible, algo que estamos deseando desde el principio… Y ante nosotros se nos presenta la secuencia de la ducha, pero ahora acompañada con chirriantes violines y su efecto es espeluznante. En su momento esta música dio lugar a muchas interpretaciones, unos lo atribuyen al sonido del cuchillo atravesando la carne y hubo quienes lo entendieron como desesperados gritos de dolor…

En realidad, esta secuencia es mucho más que una simple escena, es así de sencillo: Marion es salvajemente asesinada con nueve puñaladas, pero el espectador a cambio recibe cincuenta… En este contraste de la percepción visual y la impresión emocional está la clave de ese mítico e inolvidable momento.

Cuando Norman vuelve a la casa después de matar al detective, mantiene una conversación con su madre diciéndole que debe esconderse en la bodega para que no la descubran. El procedimiento que utiliza en este caso el maestro Hitchcock es el de mostrar en plano contrapuesto al ascenso de Norman hacia la habitación, mientras oímos la voz en off de la conversación, la cámara asciende las escaleras y gira por encima de la puerta para detenerse en el mismo plano en el que anteriormente vimos a la víctima.. Mientras el espectador está pendiente de la conversación, no presta atención al movimiento que está haciendo la cámara y de esta forma se nos vuelve a ocultar el rostro de la madre.

Psicosis es un filme dividido en dos, permanentemente separado por líneas horizontales y verticales, y en el que las tomas dialogadas se alternan con secuencias visuales, de duración mas o menos equivalente.

Con relación a la doble personalidad, principalmente la de Norman, también puede aplicarse a Marion, Alfred Hitchcock, utiliza para mantener la tensión esquizofrénica las mismas oposiciones en tonos, líneas y formas……

Probablemente, ya esté todo dicho sobre el trastorno psíquico de Norman, a causa del descontrol pulsional. No obstante el análisis interno del personaje se aleja mucho de la realidad cotidiana y queda un tanto estancado en ese aspecto, olvidándonos que el propio Sigmund Freud realiza en sus estudios un importante paralelismo entre la resolución del complejo edípico individual y el colectivo. Norman no reprime el odio hacia su madre, acepta su papel, pero en su interior se rebela contra ella, invadido por un sentimiento de culpabilidad, vive su papel en su madre con una actitud sodomita; no acepta las coordenadas sugeridas, solo acepta lo que ella le impone… De ahí que él actúe, a veces contra su voluntad y, por ejemplo, obedezca a su madre, contraponiendo Hitchcock escenas cargadas de enorme suspense, pero pienso que en semejantes secuencias está muy presente una enorme carga fálica y sexual.

Sin duda Psicosis va más, mucho más allá de un solo caso individual de persona trastornada, sino que, subliminalmente está ilustrando en gran parte la teoría freudiana del complejo edípico, utilizándolo magistralmente con un magnifico guión y planos que hablan por sí solos influidos por la presencia de un soberbio Anthony Perkins… Ambos utilizan la técnica de Freud interiorizándola, y Hitchcock nos la ofrece, traspasando un brillante blanco y negro para los anales de la historia del cine.

Resulta sumamente difícil, escribir de forma sencilla, de manera que todo el mundo comprenda el significado de la personalidad de Norma-Anthony-Bates-Perkins, sin caer o bien en la pedantería mas esquizoide, o en el razonamiento mas banal, apartado la sutileza de lo que es el filme en sí para la mayoría de los espectadores….pero es indudable que Psicosis es una clarísimo ejemplo de auténtico cine; es una densa cortina de humo sobre el complejo de Edipo, Psicosis es la propia personalidad de Norman, pero conducida a velocidad de vértigo por el totalitarismo diabólico que un director puede ofrecer en ese plano que nos clava en la butaca, al descorrer con el grito de Vera Miles, la espesa cortina de humo que sufre Norman Bates.

Curiosidades

– Fueron consideradas para el papel de Marion consideradas para el papel de Marion las siguentes actrices: Eva Marie Saint, Piper Laurie, Hope Lange, Shirley Jones y Lana Turner.

– Hitchcock compró los derechos de la novela anónimamente a Robert Bloch por sólo 9.000 dólares. Después compró todas las copias del libro que pudo con el fin de mantener el final en secreto.

– Una de las razones por las que rodó Psicosis en B/N fue porque de haberlo hecho en color habría resultado demasiado sangrienta, pero la principal razón fue la de abaratar costes y hacer una película de la forma más barata posible. También se preguntó como funcionaría una película de “clase B” de calidad en taquilla, ya que la mayoría de películas de “clase B” eran grandes éxitos, pero de muy baja calidad.

– Durante el rodaje la película fue llamada “Producción 9401″ o “Wimpy”. El segundo nombre viene del apellido del operador de cámara de segunda unidad Rex Wimpy.

– Inicialmente Hitchcock intentó comenzar la película con un espectacular plano secuencia desde un helicóptero similar al rodado por Orson Welles en Sed de mal (1958). Algunas escenas entre Marion y Norman en el Motel Bates también recuerdan a esta película de Welles donde también interviene Janet Leigh.

– Para la escena de la ducha se rodaron unas 90 posiciones de cámara distintas y Anthony Perkins no intervino en ningún momento del rodaje, ya que se encontraba en Nueva York preparándose para una obra de teatro. Fue grabada entre el 17 y el 23 de diciembre de 1959.

– El sonido del cuchillo penetrando en el estómago de la protagonista es en realidad el sonido del cuchillo abriendo un melón.

– En un principio Hitchcock quería la escena de la ducha sin música, pero Bernard Herrmann le hizo cambiar de opinión.

– La sangre era en realidad salsa de chocolate.

– El nombre completo de Norman Bates es Norman Francis Bates. Francis es el patrón de los pájaros.

– La matrícula del primer coche de Marion es ANL – 709. La del segundo NFB – 418 (Iniciales de Norman Francis Bates).

– Hay muchas referencias a los pájaros en la película:

Comienza en Phoenix con un plano aéreo, desde el punto de vista de un pájaro.

Los pájaros disecados.

Cuando Norman entra al baño despues del asesinato tira, sin querer, el cuadro de un pájaro.

Norman le dice a Marion que “come como un pájaro”.

– La película sólo costó 800.000 dólares y recaudó más de 40 millones. Hitchcock la rodó con su equipo de televisión de “Alfred Hitchcock Presenta” para ahorrar tiempo y dinero. En 1962 cambió los derechos del filme y de su serie de TV por una importante participación como accionista de la MCA -se convirtió en el tercer máximo accionista-.

– En una primera versión del guión Marion decía “Pasaré el fin de semana en cama”, a lo que el hombre rico de Texas contestaba: “Bed? Only playground that beats Las Vegas.” -este descarado dialogo fue descartado por problemas con la censura y rescatado más tarde por Gus Van Sant en su nueva versión de Psicosis-. 
                   
          
– El cuadro que Norman aparta para ver a Marion desnudarse por el agujero de la pared representa una violación.

– Después del estreno Hitchcock recibió la carta de un padre enfadado porque después de ver la película su hija no quería ducharse. Hitchcock le contestó con un escueto “llévela usted a la lavandería”.

– Durante la escena de la ducha se pueden llegar a ver dos pechos desnudos si se analiza la imagen con detenimiento.

– Según Stephen Rebello, autor del libro “Alfred Hitchcock and the Making of Psycho” Hitchcock no estaba nada contento con John Gabin, que interpreta a Sam Loomis en la película, refiriéndose a él como “El tieso”..

– Alfred Hitchcock y Joseph Stephano (guionista) imaginaron la película en un principio con música de Jazz y no con la partitura para instrumentos de cuerda escrita finalmente por Herrmann.

– La novela en que está basada la película está inspirada por la verdadera historia de Ed Gein, un famoso asesino en serie americano que ha inspirado otras películas como La matanza de Texas oEl silencio de los corderos.

– En la escena inicial Marion lleva un sujetador blanco por órdenes de Hitchcock, que quería mostrarla como un ser “angelical”. Después de robar el dinero volvemos a verla en sujetador, en el motel, pero en esta ocasión es negro ya que ha hecho algo malo y diabólico. Pasa lo mismo con su monedero. Antes de robar el dinero es blanco y despues negro.

– Psicosis fue la primera película en enseñar el interior de un retrete y el sonido de una cisterna.

– Siempre que vemos el reflejo de alguien en el espejo es que está haciendo algo deshonesto -cuando Marion cuenta el dinero robado en el baño de la gasolinera, o Sam y Lila se registran bajo nombres falsos-. Hitchcock muestra dos lados de la personalidad de los personajes.

– Durante años ha habido cierta controversia acerca de si Saul Bass había rodado la escena de la ducha en vez de Hitchcock. Todos los que trabajaron en la película lo han negado.

– En el trailer de la película Hitchcock hace un divertido tour por “Motel Bates”, mostrando a los espectadores las diferentes partes del mismo. La visita termina en el cuarto de baño, donde Hitchcock abre las cortinas de la ducha y aparece una mujer gritando que no es Janet Leigh sino Vera Miles.

– Una modelo desnuda fue usada para grabar algunas partes de la escena de la ducha.

– Janet Leigh sólo tenía tres semanas para rodar la película y se pasó toda una semana rodando la escena de la ducha.

– El personaje interpretado por Janet Leigh se llamaba inicialmente Mary Crane.

– La primera escena que se rodó fue la de Janet Leigh y el policía que la despierta en medio de la carretera.

– Cuando los actores y el equipo de la película comenzaron a trabajar tuvieron que reunirse y darse la mano, prometiendo no revelar nada acerca de la historia. De todas formas Hitchcock y Stephano mantuvieron en secreto hasta el último momento el final de la película.

– El sueldo de Anthony Perkins fue de 40.000 dólares, exactamente la misma cantidad de dinero que roba Marion Crane.

– Para implicar a los espectadores como “voyeurs” Hitchcock usó lentes de 50 mm. en cámaras de 35 mm. (lo que proporciona una aproximación cerrada de la visión humana), en la escena en la que Norman espía a Marion.

– Los pechos y las partes más sensibles de Janet Leigh fueron tapadas con prendas similares al color de la piel para asegurarse de que en pantalla no se podía ver ninguna

– Hitchcock estaba tan complacido con la música compuesta por Bernard Herrmann para la película que le dobló el salario a 34.501 dólares. Más tarde Hitchcock dijo que el 33% de la efectividad dePsicosis es debida a la música.

– Alfred Hitchcock recibió cartas de muchos oftalmólogos que despues de ver la película apreciaron que las pupilas de Janet Leigh después de muerta estaban demasiado contraídas cuando en realidad lo que ocurre con las pupilas de una persona cuando muere es que se ensanchan. Le recomendaron que usara unas gotas que crean ese efecto de “ojo muerto” al ensanchar las pupilas que Hitchcock usó a partir de entonces en todas sus películas.

– Hitchcock colocó el cadáver de la madre de Norman Bates en el camerino de Janet Leigh sin que esta lo supiera, para comprobar lo fuerte que podía llegar a gritar.

– El último plano de la cara de Norman Bates mirando a cámara y sonriendo se funde brevemente con la calavera de su madre, mientras aparece el coche sacado del pantano.

– Durante la pre-producción Hitchcock dijo a la prensa que estaba considerando a Helen Hayes para el papel de Madre. Esto era evidentemente un truco de Hitchcock para despistar, pero muchas actrices le escribieron solicitándole una prueba para el papel.



– Hitchcock insistió en que no se dejara entrar a nadie a las salas de cine que llegara tarde. La razón era que la protagonista moría en la primera parte de la película.

– Hitchcock tenía una silla con el rótulo “Mrs. Bates” en la parte trasera, que no dudaba en colocar en los sets de rodaje con el fin de aumentar la confusión acerca de quién sería la actriz que interpretaría a la Señora Bates.

La nueva

Psicosis (un remake totalmente prescindible)

Psycho

(Psicosis) (1998, Gus Van Sant)

Con Anne Heche, Vince Vaughn, Viggo Mortense

El cuchillo -coloreado- de la Señora Bates

En 1960 Alfred Hitchcock presentaba Psycho

(Psicosis), una de sus mejores películas. En un alarde de sobriedad, el cineasta inglés (nacido en 1899), mostraba la psicosis humana como fatalidad irónica. Uno mismo alza las trampas (o ratoneras) ingobernables en las que cae, parecía ser el mensaje de la película. La rubia solitaria (Janet Leigh) que huye con 40,00 dólares ajenos en busca de un mejor futuro (tal vez casarse con su amante), se encuentra, perdidos en la carretera, con un motel y un joven catárticos.

Luego de una conversación con Norman Bates (el joven dueño del motel, interpretado célebremente por Anthony Perkins) la rubia decide dar marcha atrás en su fechoría. Pero, según Hitchcock, es muy tarde. La rubia será asesinada en la ducha del cuarto número uno. Es famoso este asesinato con arma blanca ejecutado por una enloquecida Señora Bates (la mamá de Anthony Perkins). Es famosa porque nunca una ducha resultó tan amenazante para la sangre y la carne de las rubias (y los espectadores). La música de Bernard Herrman, cargada de ingredientes paranoicos, embebe la secuencia.

“Los dos somos uno”

En 1960 los espectadores descubrieron, al final de la película, que la Señora Bates habitaba el mismo cuerpo de su hijo. Sería un indelicadeza ante tan enérgica Señora hablar aquí de un caso de doble personalidad. Ella habita el cuerpo de su hijo, y aún cuando no se lleva muy bien con él, tiene vida propia. Instalada Psicosis en la historia del cine, es obvio que la confluencia en un sólo cuerpo de la Señora Bates y su hijo, es de las más célebres que existen.

Por las mismas razones, es un misterio muy conocido por los públicos. Hasta los niños de primaria saben que la sombra que corre la cortina de la ducha y alza el cuchillo sobre el cuerpo de Janet Leigh y después lo descarga frenéticamente varias veces, es la de la Señora Bates (Anthony Perkins con peluca). Aparte de una que otra perogrullada psicológica sobre la doble personalidad, el misterio argumental dePsicosis acaba en sí mismo.

No sucede lo mismo con el andamiaje cinematográfico y existencial de Psicosis. El hecho de que una rubia alce, con no poca pericia, su propia ratonera, no ha perdido vigencia ni capacidad de inquietar. No se trata de una delincuencia en unas fronteras criminales (y sociales) muy lejanas. Marion Crane (Janet Leigh) es secretaria, tiene un novio que vive lejos y con el que se encuentra (en horas de trabajo a veces) en un hotel. La fatalidad le pone 40,000 dólares de su patrón en las manos, en un viernes. Ninguno, ninguna, con el fin de semana tan cerca y su pareja tan lejos, se podría poner más allá de la tentación.

La sazón circunstancial de esta trasgresión (si la vemos en perspectiva histórica) es la moral puritana. Marion no puede establecer, por razones financieras, una relación estable con su novio Sam (John Gavin). Marion ha transgredido de inicio la institucionalidad moral: se ve con su novio en un hotel sin estar casada. Luego, en una cadena que parece conducir el azar, pero que guía en realidad la lógica condenatoria, Marion roba y es asesinada.

Hitchcock aprovecha la sobriedad del guión para volver inestables las fronteras de la psicosis. Manejando en la carretera Marion se va metiendo en su propia trampa. El uso de voces en off, el frío ensimismamiento del rostro de la actriz, la cadena de acontecimientos casuales, la música del filme, todo conduce a los límites de la neurosis. Marion se imagina lo que dirán los demás cuando el asunto se conozca. Ve llover en el parabrisas, sin fijarse por donde va, con cara de alienada. Cambia de auto en una venta de carros usados y comete graves errores para una aspirante a defraudadora (por ejemplo, casi olvida sus maletas).

No es sorprendente que en este viaje tan sui generis, Marion dé con el Motel Bates, sito al pie de una vieja mansión en donde circula (la contradicción es válida) la tullida Señora Bates. Norman, su hijo, recibe con amabilidad a la rubia, y luego le muestra sus melancólicos juegos. Es taxidermista de aves y no puede despegarse, en una relación amor-odio, de su madre. En algún momento de su conversación con Marion lo dice con claridad (lo cual parece una ironía del guionista): “Los dos somos uno”.

Bates ha elaborado de mejor manera que Marion su propia neurosis. La ha fundamentado con no pocos síntomas de autosatisfacción artística. Tiene una manera muy peculiar de mantenerse despierto para el mundo. Prende las luces del Motel sin esperanzas de que nadie llegue. Ordena las habitaciones con esmero. Con igual esmero entierra en el pantano los autos con cadáveres dentro. Un halo de ambig√ºedad sexual lo circunda. Cuando trepa escaleras, por ejemplo, tiene una forma sugerente, aunque sobria, de agitar las caderas.

Luego del asesinato de Marion, tanto su hermana como su novio la buscan, así como también, el desprevenido detective Milton Arbogast que morirá también bajo el oscuro cuchillo de la Señora Bates. Sin embargo, capturada ésta (junto a su hijo por supuesto) acabará por revelar algunas otras verdades e ironías al espectador. Mira con sus ojos desorbitados y su sonrisa al público la señora Bates, con una mosca sobre la mano, y se dice incapaz de matar ni siquiera a este insecto. Desde entonces Perkins quedó identificado con el lado sombrío y desestabilizado de la mente, y los papeles que subrayaban la ambig√ºedad lo persiguieron hasta su muerte (de SIDA) en 1992.

Indelicadezas con la Señora Bates

El expediente de Psicosis quedó así cerrado, al menos parcialmente. Se sucedieron las mediocres secuelas (tres partes más, con Perkins otra vez), pero el halo hitchcocktiano hubo que irlo a buscar siempre en la versión en blanco y negro de 1960. Las secuelas se fijaron en lo más superficial del “horror” y olvidaron la lección desesperanzada e irónica de Hitchcock.

En 1998, sin embargo, Gus Van Sant filmó para la Universal un remake de Psicosis. La versión es muy actual, como se sabe. Puesta en los cines de Managua y presente en las tiendas de video. Una versión petulante y a colores, de un director que se ha destacado en el cine independiente y que ahora le dio por el cine dependiente. En efecto, esta Psicosis (1998) de Van Sant reelabora catequísticamente” el argumento (contrataron al mismo guionista, Joseph Stefano), las puestas de cámara, los tics de los actores, los escenariosde la Psicosisde 1960.

Van Sant sigue a Hitchcock en el argumento, pero se da al toque personal en el maquillaje, los peinados, los vestidos, los actores. El resultado no es satisfactorio del todo. En la Psicosis de Hitchcock los límites de la trasgresión eran claros, los modos eróticos y morales, constantes. Los personajes de Van Sant entran a Psicosis vestidos y peinados al estilo “plural” de los noventa, y parecen extraviados en un drama que no es el suyo.

Realmente, Van Sant se destaca por películas de marginales comoDrugstore Cowboy (1989) o My Own Private Idaho (1991). En esta última, la reelaboración en tono homosexual de una película de Orson Welles (1965, Campanadas a medianoche) y un drama de Shakespeare (Enrique IV), tenía un inobjetable sabor de transgresión. El drama de los jóvenes prostitutos revelaba un rostro marginal no exento de poesía.

En Psicosis Van Sant sólo retoma algunos tics personales muy obvios. Por ejemplo, el homoerotismo al hacer un desnudo del novio de Crane en la secuencia inicial en el hotel. Es lamentable que las interpretaciones de Anne Heche y Vicent Vaughn (Marion Crane y Norman Bates, respectivamente) estén tan desubicadas en este remake. En la versión original, Hitchcock jugaba con el estilo interpretativo y la objetividad que él imponía. Es famosa su frase de que “los actores son ganado”, y su insistencia en dar únicamente órdenes sobre miradas, actos físicos, movimientos, y no de razonamientos interpretativos.

La escuela interpretativa “clásica” y el estilo de Hitchcock entraban en tensión y lograban ese clima neurótico “per se” de los actores. En laPsicosis de Gus Van Sant, quien con ánimo de transgresión toma a actores poco conocidos, estos se ven trabajosamente “entrando” en los personajes. Una labor poco productiva. Anne Heche da una versión no muy convincente de Marion Crane, a pesar de que la suma del robo sube hasta 400.000 dólares; y las secuencias de su viaje en coche, aparte de su parecido con la de laspelícula madre, son inocuas en comparación.

Especialmente, Vince Vaughn ofrece una interpretación, a fuerza de exagerar la ambig√ºedad, casi caricaturesca de Norman Bates. El director opta por insistir en el carácter sexual de su psicosis, y lo pone no sólo a mirar por un hueco a Marion, sino a masturbarse también (Hitchcock se conformaba con un plano detalle del ojo de Bates mirando). La desenvoltura en el movimiento de caderas de Vaughn, al trepar las escaleras, puede ser significativa. Evidencia que para Van Sant, el misterio principal de Psicosis es sólo una justificación de la “represión sexual”. Además de frívola y superficial, esta interpretación es indelicada, sobre todo para con la señora Bates.

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