domingo, 29 de octubre de 2017

«Siempre supe que al propio Borges no le había gustado. Dijo que era pedante, que es una cosa muy extraña de decir al respecto, y que se trataba de un laberinto.


 Y lo peor de un laberinto es que no hay manera de salir. Y ésta es una película de laberinto sin salida. Borges es medio ciego. Nunca olvides eso. Pero sabes, yo podría entender que él y Sartre simplemente odiaban a Kane. En sus mentes, ellos veían –y atacaban– algo más. El problema son ellos, no mi obra». Con estas palabras cerraba en 1983 Orson Welles la discusión crítica que inició el afamado escritor argentino y las bocas de cientos de detractores en todo el mundo con respecto a Ciudadano Kane.
Pero, ¿estaba realmente equivocado Borges? ¿Con qué ojos debemos ver una película de 1941 y que ha sido catalogada por décadas como la mejor de todos los tiempos? ¿Esos ojos distan de aquellos que la vieron por primera vez?
Si partimos de la primera queja rastreable en el filme, ésa que intenta hacer de la historia una fábula que acusa a la gran vanidad como el peor acto humano sobre la tierra, nos deja una sensación bastante incómoda el debatir su desenlace narrativo. Anhelar un objeto cuyo valor económico es ínfimo comparado con el memorial que éste representa parece un cuento de hadas que hoy nos suena moralino y, quizá, nos deja insatisfechos en la actualidad, donde necesitamos más dramatismo feroz para adorar una cinta de colores impetuosos. Sin embargo, ¿este juicio no es un tanto anacrónico? Muy a pesar de los comentarios negativos en su época, ¿no era este debate moral y ontológico (un tanto ramplón) menester de la sociedad que le vio nacer?

Por otro lado, si es que la eticidad de la narración molesta por su simpleza, las reflexiones metafísicas que Ciudadano Kane ofrece a través de su personaje central y sus dubitativas en torno a su pasado, presente y ambición futura, son otro tema que puede tomarse como un gran éxito o un colosal fracaso. Un lento fiasco si es que se le juzga desde el suelo del ahora. Esa deconstrucción y construcción visual que nos da Orson Welles alrededor de su protagonista, sin aparente orden cronológico para la tradición fílmica de los 40, o se convierte en un festín para quienes aman la no-linealidad del cine o un abrumador torbellino sin sentido que sólo muestra escenas lánguidas en blanco y negro.
Este orden confuso y juego de escenarios fue toda una revolución en la cinematografía, no hay duda; empero, en su momento fue asombrosamente ininteligible, hoy es una experimentación que cansa, y ¿podemos enaltecer a una película sólo por su aportación narratológica aun cuando ésta sea un paso cansado para el espectador? La pregunta queda abierta.
De producción impecable, fotografías que marcaron un antes y un después para el cine y planos que dejan sin aliento, Ciudadano Kane es un filme que se hizo de cuantos recursos le fue posible pero, al parecer, no para hacerse indispensable en el gusto del público, sino en los anales de la industria que mezcla arte y espectacularidad.
Por último, los diálogos son demasiado largos y las tomas –aunque magistrales– son estáticas o apacibles para nuestra manera de ver cine, los guiños o disparos del guión son bastante cansados para cualquier espectador de la cinta y, a pesar de que es un gran contexto histórico el descubrir que este relato se basó en la vida de uno de los millonarios más importantes del Siglo XX, ¿a nosotros qué nos puede decir ese dato ya pasados tantos años? Y esto, aunque seguro será tildado de crítica millennial o palurdismo posmo por los puristas del cine, es una verdad inexorable si es que buscamos una buena película en sentido comercial o de entretenimiento –lo cual es totalmente válido y plausible–, no en las líneas benjaminianas de la emancipación humana.
Cudadano Kane es, en suma, un hito en la industria, un giro de paradigma, un episodio indispensable en el recorrido del cine, pero también un enorme bostezo para el público actual. Su grandeza debe entenderse desde su tiempo, desde su técnica y su ingenio; de lo contrario, es una pérdida de tiempo para quien busca entretenimiento y arte.

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